jueves, 12 de noviembre de 2009

El Trabajito

Como todo fin de semana -viernes- por la noche, Pancho y Lolas se volverían a encontrar para emborracharse después de una semana horrible- según ellos-. Pero ese día los planes cambiarían.
Pancho esperaba a Lolas en la esquina, cerca de la tienda de Pocha, recostado sobre el poste de alumbrado, fumando un cigarro barato y, por ratos, se auscultaba la cara e inspeccionaba si otro acné le había brotado. Disimulaba esa nueva inquietud que sentía en el estomago. Cuando logro divisar a lo lejos a Lolas, pensó, cómo lograría decirle lo planeado. Se ponía cada vez más nervioso y a cada paso que daba Lolas para el encuentro el corazón se convertía en una ráfaga de miedo que le penetraba la cabeza. Cuando Lolas se le acerco y se saludaron, Pancho le hizo la propuesta:
- ¿Lolas, quieres hacer una chambita?- dijo Pancho con un nerviosismo soltando una nube de humo.
- ¿Qué chambita?- pregunto Lolas arrancándole el cigarrillo a Pancho.- ¿de qué se trata?
- Quieren un frio. - dijo Pancho con un rostro que denotaba preocupación.- Esta pagando 300 Lucas.
- muy poco, para una chamba difícil- dijo Lolas con una sonrisa que mostraba sus amarillos dientes.
- Es que ya le aseguré al tío - dijo Pancho con una preocupación única.
- Estas cagado, iras solo...- dijo Lolas prendiendo otro cigarro.

Luego que Pancho contara todo sin obviar ningún detalle, Lolas solo miraba la luz amarilla del foco del poste y se acomodaba la bragueta.”. Para mejorar la noche, sin decir nada a Lolas, entro a la tienda de Pochita y pidió los tragos más caros. Pago con un billete de cien soles y luego Pocha le dio de vuelto unas escazas monedas. Al salir estaba Lolas, seguía parado en el mismo sitio, parecía petrificado, como si hubiese estado clavado por años.
Luego de destapar una de las botellas aduras penas, caminó lentamente hacia Lolas que fumando un cigarro. Con una sonrisa fingida le dio la botella abierta con vaso descartable. “Sírvete pues, Lolitas “, Lolas sin decir ninguna palabra cogió la botella y sirvió en el vaso. Luego de tomar el primer sorbo, y endulzado dijo:
- Ya, qué mierda, lo hacemos. ¿Para cuando esa chamba?- pregunto Lolas.
- Para mañana.-dijo Pacho respirando mas tranquilo.
- Ah, fácil. Matas a tu vieja y listo – dijo Lolas con una pizca de sorna.
Ya para ese momento no importaba, tenían vinitos dulces, cigarros, por qué habría que quejarse. Cuando se ponía más desolada la noche, Lolas le decía: “vámonos a mi cuarto. Ahí la continuamos” Pancho aceptó ir al cuartucho para poder continuar bebiendo, y así poder planear cómo harían para poder sacar un cadáver.
Al entrar al cuartucho, ya ni sentían la pestilencia del ambiente, todo desordenado, regado por el piso los CDs piratas con colillas de cigarros y botellas descartables, la cama desacomodada con las frazadas todas sucias y desechas; aunque lo único que parecía tener sitio era los afiches de grupos metaleros que estaban pegados en la pared. Pancho se sentó en la cama, mientras Lolas se acerco al equipo de sonido para poner un poco de música. Tomaron las tres botellas, quizá en una hora o dos, pero ya habían perdido la cuenta, y hablaban cosas sin importancias. Pancho se impaciento porque ya se habían terminado las botellas; mientras Lolas le hablaba con una sonrisa risueña sobre un antiguo amorío que había tenido en Lima con una selvática:”estaba buenaza” Y mientras hablaba se cogía la entrepierna en cada párrafo de su descripción. Pancho no esperaría más, iría por más trago. Se levantó, ”ron, caña o cualquier otro trago para chupar”
Salió con paso rápido, y como era casi media noche y no encontró ninguna tienda abierta. Fue en La Coshita, una señora que atendía solamente caña con gaseosa barata, pero para ser atendido había que lanzar piedrecitas en la ventana del segundo piso. Luego de lanzar las piedrecitas; asomó La Coshita, y con un ya bajo, Pancho esperaba, tenia mas clara la idea de buscar un cadáver del cemeterio para mañana. Cuando salió La Coshita, le hizo entrar rápidamente. Pancho, una vez adentro, pregunto si había cervezas o ron, por lo menos, pero con una sonrisa sincera y una amabilidad, le dijo La Coshita.
- No vendo chelas, solo gaseosita con caña.
- Si pues tía, solo hay aquí eso nomas; dijo pancho en tono burlón.
- Hijito, es que en mi chingana no levan eso. Llevan su caña nomas-dijo La Coshita jugando con el dedo en el mostrador.
- Ya pues, dame cinco soles de caña con gaseosa.
- Creo que es mucho, hijito, ¿tanto vas a tomar?, eso es casi tres litros y medio.
- Atiéndeme nomas, que hoy tengo plata para gastar.
La Coshita atendió a Pancho. Luego Salió cogiendo en una mano la botella descartable con tres litros de caña con gaseosa. Cuando estuvo cerca se paró en la puerta, acomodo la botella y pateó la puerta. Una vez adentro, Lolas estaba con una sonrisa y tarareaba una canción. Mientras se disponían a servirse la mezcla, Lolas le hacía preguntas sobre el cadáver; para qué lo necesitaba ese tipo. Pancho contestaba ahorrándose palabras:”que importa, nos pagan y listo”. Pero Lolas preguntó.
- ¿y por qué nosotros?
- por la apariencia que llevamos. No te das cuenta- dijo Pancho mostrando un demonio que tenia estampado en el polo negro.
- ¿apariencias, no? –dijo Lolas amargamente bebiendo un sorbo amargo de la mezcla.
Entonces empezó una discusión de cómo la gente cree una u otra cosa. Lolas se paro y dijo.
- Bueno a trabajar pues, sino de donde se come -dijo riendo con sus ojos vidriosos
- Oye-Dijo Pancho casi mareado-¿de dónde vamos a sacar un cadáver a esta hora?
- Ya te he dicho, matas a tu vieja y listo - dijo Lolas acomodándose la bragueta
- No parece fácil a esta hora-dijo Pancho temeroso
- ¿a qué hora, o piensas sacar por la mañana?, no seas estúpido.
- Ya, ya entonces yo te sigo.
Lolas busco una picota con una punta fuerte y saco dos costalillos de yute, pero prevenido:” si un muerto revive lo hacemos volver”, reía pancho. Y luego de apagar las luces del cuartucho, y tomarse unos vasos repletos de la mezcla se encaminaron hacia el cementerio.



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Cuando estaban ascendiendo al cementerio trataron de ser los más cautos para no levantar ningún tipo de sospecha. En el ascenso al cementerio que estaba en la parte alta de la población, caminaban con toda libertad. Nadie los podría ver. Una vez arriba miraron el interior a través de la puerta metálica que era uno de los accesos al cementerio. Por fuera se podía ver las cruces de madera recostadas en las lápidas, y denotaban un aspecto tan ténebre. Pancho sintió un miedo. Una vez adentro buscaron con una vela y con ello se ayudaron para dar con una lápida de alguna persona que haya muerto hace poco. Pero fue tan difícil la búsqueda porqué se sabia todo en el pueblo, quienes nacían o quienes morían.
Una vez que ubicaron un nicho de un anciano con la fecha de muerte de hace dos meses; decidieron que ese era el lugar para hacer “El trabajito”. Pero antes de comenzar decidieron fijarse sin no existía alguna persona más que ellos, bebieron un poco de la mezcla para comenzar con “el trabajito”. Lolas empezó a dar de picotazos a la parte trasera del nicho, pero como estaba tan duro el concreto, Lolas pidió a Pancho que rompa la parte de atrás y así sacar el féretro con el cadáver.
Mientras Pancho rompía la pared. Lolas vigilaba, miraba por todos lados, parecía un buen vigía. Cuando la picota quedo clavada en la madera del ataúd, Pancho sintió que el alma se le iba, pero asumió como un temor natural. Lolas se acerco a ayudarlo a sacar el ataúd, pero parecía atorado por alguna parte; después de muchos esfuerzos sacaron el féretro. Una vez en el piso el féretro lo abrieron y desprendía un olor muy desagradable. Ahí estaba el cadáver de un anciano, que daba la impresión de estar muy vivo y que en cualquier momento abría los ojos. Vestía con una camisa blanca, un pantalón de color negro, unos zapatos negros que habían perdido el brillo y un singular bigote blanco con la barbilla algo crecida.
Sacaron el cadáver del ataúd sin problemas y colocaron la mitad del cuerpo en el costal de yute, y cubrieron la otra mitad con el otro costal. Cuando se disponían a meter el ataúd en el nicho, escucharon una voz muy clara.
- Ya se cagaron
Empezaron a sudar frio, el cuerpo estaba inmóvil de Pancho y el de Lolas, sintieron sus manos entumecidas y las caras quemantes. Estaba todo descubierto.
Desde lo lejos se acerco la silueta de un hombre con una linterna a paso tranquilo, no podían reconocer a la silueta que se acercaba “! es un alma, es un alma !”, decía Lolas muy asustado; mientras Pancho también creía lo mismo, sabia que no ganaba nada inquietándose, pero después les hablo la figura que esta a tres metros de ellos.
- Tranquilitos, nomas, no pasa nada- dijo el hombre
- ¡No es alma! No es alma!- dijo Lolas muy confundido.
- ¿y para que han sacado ese cadáver, ah?-dijo el hombre con una voz que parecía de ultratumba.
- ¡No es para nosotros, no es para nosotros!-dijo Lolas todavía confundido
- Bueno, ¿cuanto les ha dado él que les encomendó ese trabajo?
- 100 nomas,-dijo Pancho-mas tranquilo que Lolas.
- ¿Así? Yo me quedo calladito, pero me dan doscientos y todo tranquilo, ¿esta bien?- dijo con voz triunfante y burlona.
- Ya, ya, ya, está bien –dijo Lolas enérgicamente, maldiciendo haber aceptado “el trabajito”
Al poco rato dieron con la identidad del hombre que los había descubierto. Era el vigilante Miguelito Torres, pequeño, regortedete, con sus anteojos de vidrio grueso, y esa linterna barata. Este hombre los había visto subir al cementerio general, pero ellos no habían notado que los había estado siguiendo todo el camino, cubriéndose en los arboles que estaba en toda la subida, y de rato en rato tirándose al piso para no hacer notar su presencia.
Luego que les dijera que no había ningún problema, y que se tranquilizasen. Les ayudó a cargar el cuerpo, y se propuso ayudarlos a bajar hasta la puerta de la casa de Lolas con un silencio sepulcral, mientras ellos se miraban con una rabia canina. Una vez en la casa de Lolas, metieron el cadáver hasta otro cuartucho que servía de almacén. Luego el vigía Miguelito Torres se fue con una risa burlona y hablando solo, pero sin antes advertirles que todo el pueblo se enteraría sino se daba lo pactado. Al quedarse solos discutieron, se echaron la culpa mutuamente, pero fue inútil, entraron al cuartucho, y por ratos se lanzaban miradas con una ferocidad animal. Luego de entender que no servía nada de ello, se sentaron cada uno en un extremo sin decir ninguna palabra. Ya estaba hecho todo.


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Al día siguiente muy temprano, Pancho se fue a su casa muy temprano, casi todavía de madrugada, sin decir nada. Luego Lolas daba de puñetazos a las paredes con un odio apocalíptico, luego se sentó en la vieja cama, y pudo logra tener unos segundos de calma. Se paró resignado de todo, dejo en buen recaudo el cadáver, y fue a la casa de su madre para poder tomar el desayuno o dormir, aunque sabia que no podría hacer ninguna de las dos cosas.
Cuando entro a la casa de su madre no saludó como lo hacia siempre, busco en uno de los cuartos una cama y al encontrar uno, se tiró. Despertó cerca al mediodía con una sensación extraña. Cuando despertó Pancho lo buscaba, se levanto desesperado, y se fue rápidamente con Pancho sin saludarlo ni pronunciarle ninguna palabra. Al llegar al cuarto estaba un hombre regordete, con unos anteojos gruesos y casi sin cabellos. Saludó a Lolas amistosamente, le tendió la mano, pero Lolas fue esquivo al saludo del artífice del trabajo, luego que explicase con detalles que a ninguno le interesó que tenía poco tiempo.
Entraron al almacén donde reposaba el cadáver, enseño el cadáver, y luego con un asco le dijo que recogiera el cuerpo, y que dejara el dinero restante a Pancho.
Luego el hombre del trabajito, cogió el cuerpo como un bulto cualquiera y colocó el cuerpo en un auto que tenia al frente medio desvencijado, después de dar los doscientos soles restantes a Pancho, se marchó sin antes de hacer adioses con la mano a Pancho. Después irritado por todo Pancho miraba la calle sin presencia humana, y por ratos miraba el cielo que oscurecía por la presencia de las lluvias. Se quedó parado ahí, y sintió que el estomago se le agriaba y empezó a ver borroso y no pudo controlar el vomito que manchaba a su demonio que estaba estampado en su polo negro.