Qué se debe escribir, cuando la imaginación a uno le abandona y desaparece por el callejón de los pedacitos de memoria.
Cómo debe ser la narración, cuando los personajes se han mudado sin aviso a poemas alados, crónicas sádicas, o maldiciones de periódicos de medio sol.
Cómo puede rimar un verso hecho sin forma y sin lenguaje alguno, acaso cómo un carruaje del siglo XVIII.
Cómo hacerse intelectual sin pertenecer a un grupo de holgazanes lectores de novelitas conocidas, o sin escribir en un semanario que nadie lo va leer.
Como parecer intelectual sin fundarte una bufanda con cuadriculas de ajedrez y una gorrita de abuelito amargado.
Cómo te haces conocido cuando solo te lees a escondidas y no permites que hurguen en tu computador.
Qué tienes que hacer para que todos los libros que quieres cuenten un sol y una luna.
Qué lees para pretender que eres mejor que los demás intelectuales con anteojos de miopes.
Cómo te explicas que te has metido un quete de libros al cerebro y te has chupado un montón de técnicas de escritura y andas medio alucinado.
Cómo les explicas a tus viejos que no quieres andar de calculista y quieres hacerte un muerto de hambre por la palabra.
Cómo enamoras a tu musa con un poema cuando ella se va con otro jinete a tu habitación.
Cómo concibes tu historia que vas a contar cuando nada lo has visto pasar por tu ventana.
Cómo le suplicas a una editorial que te publique tus cuentos cuando dudas de tus copias fieles.
¿Ah?, habla, cinco segundos, van diez, un minuto, dudaste… Game Over.